El
Vaticano II afirma que la Iglesia querida por Jesucristo subsiste en la
Iglesia Católica. El anterior magisterio de Pío XII la Mystici corporis empleo una expresión distinta porque afirma
que la Iglesia querida por Jesucristo es la Iglesia Católica, es decir
emplea la palabra est. En cambio El
Vaticano II en vez de usar la palabra est
utiliza la palabra subsistit. Este cambio de palabra dio lugar a ríos
de tinta que probablemente todavía persisten. Quiénes a todo trance querían ver en el Vaticano II una continuidad literal
perfecta de todo el magisterio pontificio anterior, se esforzaron en interpretar
la palabra subsistit de tal modo que
prácticamente indicarse identidad como lo indica la palabra empleada por Pío
XII
En realidad sí la Iglesia fundada por Jesucristo se identificara de un modo absoluto con la Iglesia católica entonces habría que decir que las demás denominaciones cristianas son falsas, son montajes humanos que no tienen nada que ver con Jesucristo. A partir del Vaticano II las cosas se presentan de una manera distinta no solamente en los textos propios del Concilio sino también en el abundantísimo magisterio de Juan Pablo II. Fuera del recinto de la Iglesia Católica no existe el vacío eclesiológico. En las demás comunidades cristianas hay elementos de verdad y de santificación. El ecumenismo como tarea primordial de la Iglesia lleva a un progreso profundo en la eclesiología. Muchos afirman realmente el Concilio Vaticano II ha sido el primer concilio fundamentalmente eclesiológico es decir el primer concilio en el que se aborda de un modo frontal la realidad de la Iglesia. Por una parte, está la Iglesia Católica en la que subsiste la Iglesia querida por Jesucristo, es decir la plenitud de los medios de salvación queridos por Jesucristo. En el resto de las comunidades cristianas hay que señalar dos grandes grupos. Aquellas comunidades cristianas que rompieron con Roma, pero conservando la fe y los sacramentos son verdaderas Iglesias, aunque tengan un déficit de catolicidad. En cambio, las comunidades cristianas surgidas a partir de la Reforma Protestante perdieron la estructura básica de Iglesia porque rompieron la sucesión apostólica y abandonaron sacramentos de un modo más significativo la celebración eucarística qué es el núcleo de la Iglesia. Por tanto, en la terminología precisa de la Iglesia Católica no se les da el nombre de iglesias a estas comunidades. Hay pues un ecumenismo de dos velocidades.
El término subsistit es entendido ya
de una manera legítima y genuina. Pero hay que tomar nota de que se sigue
profundizando en el significado de subsistit
que en un principio sirvió para relacionar la Iglesia Católica con las demás
comunidades cristianas pero cada vez más se está
profundizando la noción subsistit relacionando
a la Iglesia Católica consigo misma. ¿Todo lo que existe actualmente en la
Iglesia Católica coincide en su totalidad, en su contenido con la voluntad de
Jesucristo? El principio de Ecclesia
semper reformanda es un principio católico. Dentro de la plasmación
histórica temporada humana de la Iglesia querida por Jesucristo hay elementos
que son de origen histórico revisables y en algunos casos viciados. Las grandes
reformas auténticas en la Iglesia la han realizado grande Santos y han sido
recogidas en concilios ecuménicos o con actuaciones singulares de grandes
papas. Este proceso que dura 20
siglos solo se entiende si en la Iglesia Católica subsistit la Iglesia querida por Cristo de un modo íntegro, pero al
mismo tiempo con adherencias temporales ajenas o incluso contrarias a la
voluntad de Jesucristo.
Ya Santo Tomás
de Aquino advierte que hay de que costumbres o modos de hacer las cosas por su
mucha duración en el tiempo pueden inducir a ser confundidas con la naturaleza.
De un modo semejante en el caso de la Iglesia Católica pueden darse y se
han dado modos de hacer e instituciones vigentes durante siglos que pueden ser
confundidas con la voluntad fundacional de Jesucristo cuando en realidad son
contingentes incluso a veces ajenas o contrarias a la voluntad expresa de nuestro Señor Jesucristo. Este es el
principio de las verdaderas reformas de la Iglesia Católica dentro de la misma
Iglesia.
Semper no debe
interpretarse como continuamente. Las
reformas tienen su timing que quizás
coincida con “los signos de los tiempos” a través de los cuales esté realmente
hablando Dios. Ya decía San Cipriano que la impaciencia (la precipitación) es
causa de muchas herejías.
Por último, es
muy importante que las reformas no se hagan a partir de una “teología de
escritorio”, expresión típica del Papa Francisco. La verdadera Teología tiene
que hacerse de rodillas (rezando) y conectada con una vida auténticamente
cristiana. Las reformas intentadas desde una teología de escritorio pueden fácilmente
terminar en “reformas de diseño” (expresión certera de Benedicto XVI). La
experiencia demuestra que tanto la impaciencia como las reformas de diseño son
negativas en la realidad espiritual del Pueblo de Dios, al menos por un tiempo.
La santidad y el sentido común de una masa crítica dentro de la Iglesia pueden
corregir de un modo pacífico algunos errores de diseño y llevar a cabo una
“reforma de la reforma”.
Primero es la
vida; después la reflexión doctrinal, la teología: después la norma que da estabilidad,
pero siempre la atención a las fuentes de la fe. Es un criterio sabio y certero
que nos enseñó San Josemaría.
Jorge Salinas
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