jueves, 18 de mayo de 2017

El don de discernimiento


San Pablo en su primera Carta a los Corintios al hacer una especie de catálogo de los diferentes carismas señala uno en particular: el discernimiento de espíritus (1 Co 12, 10). Es un don que permite distinguir el mal espíritu del buen espíritu. Pero es que hay también espíritus malos? Por supuesto el mismo San Pablo dice que a veces Satanás se disfraza de ángel de luz. Es necesaria una ayuda divina para no caer en engaños, para no hacer cosas malas pensando que son buenas. El demonio engañó a nuestros primeros padres proponiendoles astutamente un plan alternativo al plan divino. También Jesús fue tentado por el diablo con palabras de la Escritura, para apartarle de camino de la Cruz.
En el Evangelio Jesús reprende a Juan y a Santiago, cuando le proponen algo que a ellos les parece bueno. Al Señor le niegan hospedaje en una aldea de samaritanos porque ven que van en dirección a Jerusalén. “Quieres que pidamos al Cielo que caiga fuego y los abrase a todos?”. Jesús les dice no sin ironía: “No sabéis a qué espíritu pertenecéis”.
Hay impulsos o inclinaciones para actuar de determinada manera que parecen buenas y son malas. Parecen buenas porque es lo que se lleva (espíritu mundano o pagano), porque malas compañías lo sugieren, o porque el demonio lo insinúa a nuestra sensibilidad con apariencias de virtud. En esos casos hay tomarse tiempo y pedir ayuda al Espíritu para discernir lo que viene Dios y de un mal principio. El don de discernimiento es especialmente necesario para el acompañamiento espiritual o dirección espiritual. 
No todos son aptos para orientar en la vida espiritual a otras personas. Es una suerte encontrar a alguien que entienda nuestra alma y nos ayude a discernir nuestra peculiar vocación divina. Dice el Papa Francisco “Y cómo puedo saber si una cosa es del Espíritu Santo o de la mundanidad, del espíritu del mundo, del espíritu del diablo? ¿Cómo puedo? ¡Pues pidiendo la gracia del discernimiento! El instrumento que el mismo Espíritu nos da es el discernimiento. Discernir, en cada caso, qué se debe hacer”.
                                                                                                                                    J.S.

jueves, 11 de mayo de 2017

Vida cristiana y rigidez



El Papa Francisco emplea a veces un lenguaje que recuerda al de Jesús en sus diatribas contra los fariseos, un lenguaje que se encuentra especialmente en el Evangelio de San Mateo. Es llamativa la frecuencia con que Jesús aparece ante los ojos de los fariseos como un transgresor. Quizá a propósito Mateo escoja actuaciones de Jesús especialmente provocativas porque su Evangelio es una apologética pensada para judíos cristianos y para los judíos que se lo están pensando. El Señor hace milagros en sábado, come con publicanos y pecadores, absuelve a la mujer adúltera, no impone a sus discípulos un ritual minucioso de purificación antes de las comidas, les deja que arrancan espigas en sábado, trata con especial cariño a los samaritanos, se deja tocar y besar los pies por una pecadora pública, etc. En esas situaciones el escándalo estaba asegurado.
En la Iglesia naciente también hubo cierta rigideces y tensiones ante actuaciones de Pedro y, posteriormente,  de Pablo por las que  cayeron en la sospecha de ser  “infractores”.

El Papa Francisco está hablando en sus homilías de Santa Marta de los rígidos, serían una versión actual de un cierto fariseismo dentro del catolicismo.

No pienso que el Señor provocase a propósito a los fariseos con su actuación libre y amorosa, reflejo humano perfecto de la misericordia y la ternura divinas. Eran ellos, en su mayoría, quiénes se complicaban interiormente. 

El rigorismo, el ritualismo exagerado, el cuidado excesivo de lo externo, de lo formal, sin atender a la ley suprema de la caridad, sin tener en cuenta el sentido común y la epiqueya, pueden esconder auténticas deformaciones en el modo de procurar una vida verdaderamente cristiana.
Hay algo que buenos psiquiatras cristianos señalan, en algunos casos, como   fronterizo con el anancastismo.

"El Señor siempre nos pide que no endurezcamos nuestro corazón. Lo que el Señor quiere decir es que hay otros pueblos, otros rebaños que no son de este redil, pero luego habrá un solo rebaño y un solo pastor. A los que juzgaban como paganos, como condenados, pero que se vuelven creyentes, los consideraban creyentes de segunda clase: nadie lo decía, pero de hecho lo eran. La cerrazón, la resistencia al Espíritu Santo; esa frase que te cierra siempre, que te frena: Siempre se ha hecho así. Y eso mata. Eso mata la libertad, mata la alegría, mata la fidelidad al Espíritu Santo que siempre actúa hacia adelante, llevando adelante la Iglesia. ¿Y cómo puedo saber si una cosa es del Espíritu Santo o de la mundanidad, del espíritu del mundo, del espíritu del diablo? ¿Cómo puedo? ¡Pues pidiendo la gracia del discernimiento! El instrumento que el mismo Espíritu nos da es el discernimiento. Discernir, en cada caso, qué se debe hacer. Es lo que hicieron los Apóstoles: se reunieron, hablaron y vieron que esa era la senda del Espíritu Santo. En cambio, los que no tenían ese don, o no habían rezado para pedirlo, se quedaron encerrados y frenados.

Los cristianos debemos, entre tantas novedades saber discernir una cosa de la otra, discernir cuál es la novedad, el vino nuevo que viene de Dios, cuál es la novedad que viene del espíritu del mundo y cuál es la novedad que viene del diablo. La fe no cambia nunca. La fe es la misma. Pero está en movimiento, crece, se agranda. Y, como decía un monje de los primeros siglos, San Vicente de Lerins, las verdades de la Iglesia van adelante: se consolidan con los años, se desarrollan con el tiempo, se profundizan con la edad, para que sean más fuertes con el tiempo, con los años, se extiendan con el tiempo y se eleven más con la edad de la Iglesia. Pidamos al Señor la gracia del discernimiento para no errar el camino y no caer en la inmovilidad, en la rigidez, en el cierre del corazón
Pidamos al Señor la gracia del discernimiento para no errar el camino y no caer en la inmovilidad, en la rigidez, en el cierre del corazón" (Papa Francisco, homilía en Santa Marta, 7 de mayo de 2017).

Nociones claras como "la apertura a la Palabra" la "docilidad al Espíritu Santo", la humilde recepción de "las sorpresas de Dios", no temer a "lo nuevo", etc. son disposiciones profundas del alma cristiana.


J.S

sábado, 6 de mayo de 2017

Cómo llegar a viejos sin morir en el intento




Ha salido en la prensa una noticia sorprendente. En España hay actualmente 16.000 centenarios. Sabía que el nuestro es uno de los países del mundo con mayor esperanza de vida, pero no sospechaba que tantos españoles hubieran cumplido ya los 100 años. Eso supone que para muchos la mayor parte de su tiempo de su vida va a transcurrir en años de vejez y ancianidad. Es decir que la etapa de la vejez va a ser más larga que la etapa de la adolescencia, que la etapa de la juventud,  que la etapa de la madurez.

¿Qué podemos hacer para afrontar ese reto? En primer lugar dar gracias a Dios por ese don que también es fruto del trabajo del hombre que ha llevado un avance extraordinario de la medicina y de la cirugía.

En segundo lugar, hay que tomar una decisión muy importante en nuestra vida. Hay un cruce de caminos que indica dos direcciones distintas: una del abuelo cariñoso y tierno, la del viejo feliz, con amigos, con proyectos realizables a su edad, con la suficiente flexibilidad para ver venir tiempos distintos y costumbres nuevas. La otra dirección termina en el viejo solitario, gruñón, intratable, amargado y egoísta.

Y en tercer lugar, hay agradecer mucho a Dios que nos haya dado un Papa Francisco que es anciano y un verdadero maestro para todos los ancianos; continuamente se está refiriendo a ellos. Al final de esta entrada pondré unas cuantas frases del Papa Francisco que compendian su pensamiento sobre los viejos.

Lo que es realmente muy penoso es que un hombre o una mujer a partir de cierta edad vaya por la vida de ateo o de agnóstico. La luz crepuscular del ocaso es mucho más rica que la luz del alba. Se hace más fácil entender nuestra condición de criaturas, nuestra necesidad de la religión. Conforta mucho saber que la mayoría de los jóvenes actuales que hoy han roto con su vínculo bautismal, dentro de unos años,  volverán a rezar, volverán a las iglesias.

La verdadera esperanza cristiana, fundada en la palabra de Jesucristo y cultivada por la oración y los sacramentos, puede llegar eliminar completamente el miedo tanto la vida como a la muerte. Recuerdo con cariño a una anciana sabía que me decía: yo ya le he dicho al Señor que tengo las maletas preparadas, pero que no tengo ninguna prisa. Con su vida y con su trato hacia un bien muy grande a muchas personas.
Es bueno querer vivir muchos años si es posible con un grado de salud aceptable y con una mente lúcida para servir al Señor y a las almas.

Pero también ancianos que sufren enfermedades o dolencias penosas crónicas pueden sentirse contentos de vivir muchos años, contribuyendo con sus cuerpos a la redención de la humanidad realizada por Jesucristo en la Cruz. Suplo en mi carne, lo que falta a la Pasión de Cristo, decía San Pablo.


Por último, quiero hacer una referencia al cuidado de la salud. A partir de cierta edad el cuidado de la salud supone una porción importante de lo que podemos llamar santificación de los deberes ordinarios del cristiano. No se trata de ser eternos que para eso tendremos ya la vida eterna. Se trata de mantener durante en la medida de lo posible un grado de independencia y una capacidad de ser útil a los demás.

En España tenemos la suerte de gozar de una sanidad pública realmente buena. Alguna vez hay que entrar en su engranaje. Eso supondrá una rutina de citas, esperas, consultas, revisiones, tratamientos y también, si es preciso,  cirugías. Es parte del vivir más años para servir a Dios ya los demás. También es un motivo de gratitud al Señor el que detrás de ese servicio público nos encontramos con un personal sanitario de excelente calidad humana y técnica.

7 frases del Papa Francisco sobre la importancia de nuestros abuelos
1.- "El anciano no es un extraterrestre. El anciano somos nosotros: dentro de poco, dentro de mucho, inevitablemente, aunque no pensemos en ello. Y, si no aprendemos a tratar bien a los ancianos, así nos tratarán a nosotros" (Catequesis audiencia general, Ciudad del Vaticano, 04/03/2015)
2.- "¡Que importantes son los abuelos en la vida de la familia para comunicar ese patrimonio de humanidad y de fe que es esencial para toda sociedad!" (Reflexión antes del rezo del Ángelus, JMJ Río 2013, 26/07/2013)
3.- "Los abuelos son la sabiduría de la familia, son la sabiduría de un pueblo. Y un pueblo que no escucha a los abuelos es un pueblo que muere". (Encuentro Mundial de las Familias, Roma, 27/10/2013)
4.- "¡Es un gran don para la Iglesia, la oración de los abuelos y de los ancianos! La oración de los ancianos y abuelos es un don para la Iglesia, ¡es una riqueza! Una gran inyección de sabiduría también para la entera sociedad humana: sobre todo para aquella que está demasiado ocupada, demasiado absorbida, demasiado distraída" (Catequesis audiencia general, Ciudad del Vaticano, 11/03/2015)
5.- "Los abuelos, los abuelos tienen una capacidad para comprender las situaciones más difíciles: ¡una gran capacidad! Y cuando rezan por estas situaciones, su oración es más fuerte ¡es poderosa!" (Encuentro con los ancianos, Ciudad del Vaticano, 23/09/2014)
6.- "Qué bello es el aliento que el anciano logra transmitir al joven en busca del sentido de la fe y de la vida! Es verdaderamente la misión de los abuelos, la vocación de los ancianos. Las palabras de los abuelos tienen algo de especial para los jóvenes. Y ellos lo saben. Las palabras que mi abuela me dio por escrito el día de mi ordenación sacerdotal, las llevo todavía conmigo, siempre en el breviario, y las leo a menudo, y me hacen bien" (Catequesis audiencia general, Ciudad del Vaticano, 11/03/2015)
7.- "Los ancianos son una riqueza, no se pueden ignorar, porque esta civilización seguirá adelante sólo si sabe respetar su sensatez y su sabiduría" (Catequesis audiencia general, Ciudad del Vaticano, 04/03/2015)


J.S

martes, 2 de mayo de 2017

Mes de Mayo




Recientemente ha aparecido un libro espléndido en Ediciones Palabra. Se titula Cíen años de LUZ. Sus autores son Darío Chimeno y José Mª Navalpotro. Estamos en el centenario de las Apariciones de Fátima y en estos cien años la Virgen de Fátima no ha dejado de alumbrar ni al mundo ni a la Iglesia. Ése es el tema de este libro, que se suma a la abundante literatura ya existente sobre Nuestra Señora. El Papa Francisco destacaba como lectura favorita suya las obras marianas de S. Alfonso María de Ligori. A mí me gusta mucho leer los distintos capítulos de su libro Las glorias de María.

La Iglesia dedica el mes de mayo a la Virgen. Mes de mayo -decía san Josemaría-. El Señor quiere de nosotros que no desaprovechemos esta ocasión de crecer en su Amor a través del trato con su Madre. Que cada día sepamos tener con Ella esos detalles de hijos —cosas pequeñas, atenciones delicadas—que se van haciendo grandes realidades de santidad personal y de apostolado, es decir, de empeño constante por contribuir a la salvación que Cristo ha venido a traer al mundo (1).
San Josemaría se conmovía con las manifestaciones multitudinarias de amor a la Virgen, pero siempre decía que tenía predilección por la romería hecha individualmente o en grupos reducidos, quizá sólo de dos o tres personas. Respeto y amo esas otras manifestaciones públicas de piedad, pero personalmente prefiero intentar ofrecer a María el mismo cariño y el mismo entusiasmo, con visitas personales, o en pequeños grupos, con sabor de intimidad (2).
En 1935, después de su primera visita al santuario de Sonsoles, en tierras de Ávila, el fundador del Opus Dei estableció que, como muestra de amor a la Virgen, todos los fieles de la Prelatura hicieran cada año, en el mes de mayo, una romería a un Santuario o lugar donde se venere una imagen de Santa María. Desde entonces, esa costumbre se ha difundido entre muchas otras personas que han entrado en contacto con su mensaje.

La romería de mayo es una visita a la Virgen hecha con amor filial. Lo que hacía San Josemaría era rezar tres partes del Rosario: una, en el camino de ida; otra —que solía ser la correspondiente al día de la semana, con las letanías—, en el santuario o ante la imagen de Nuestra Señora que había ido a visitar; y la tercera, en el camino de regreso.
Una manifestación particular de la maternidad de María —decía Juan Pablo II en Fátima— la constituyen los sitios donde Ella se encuentra con los hombres, las casas donde habita; lugares donde se nota una particular presencia de la Madre. En todos estos lugares se cumple de modo admirable el singular testamento del Señor crucificado. Allí, el hombre es confiado a María, allí acude con presteza a encontrarse con Ella como con la propia Madre; le abre su corazón, le habla de todo; la recibe en su propia casa, es decir, le hace partícipe de todos sus problemas.
                                                                                        J.S.
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[1] San Josemaría, Es Cristo que pasa, 149
[2] Ibid., 139