Los líderes latinoamericanos tienen claro que la Iglesia no pretende un poder político, no es su misión; pero saben que el alma de sus pueblos es profundamente cristiana y que sólo es posible un desarrollo humano, armónico, si se da una colaboración desinteresada y leal entre los poderes de este mundo y la Iglesia Católica
El presidente de Uruguay, José Mújica, después de su reciente visita al Papa Francisco declaraba al El País:«los latinoamericanos tenemos dos grandes instituciones comunes: la lengua. Porque el portugués, si hablas despacio, se entiende. Y la otra es la Iglesia católica. Esas son las columnas vertebrales comunes que tenemos en nuestra historia y no reconocer el papel político de la Iglesia católica es un error garrafal en América Latina. Y yo, por más ateo que sea, no voy a cometer ese error». Así de sencillo se expresaba el veterano ex-guerrillero y añadió con desparpajo, «además teniendo un Papa del barrio…».
Un ‘Papa del barrio’. Este calificativo encierra todo un mundo cultural que está en plena ebullición y emergencia, un mundo que acepta ser llamado Latinoamérica. Pocos días después, el Papa Francisco recibió aNicolás Maduro, presidente de Venezuela. Es el más reciente en una serie de jefes de Estado que visitan al Papa, con el cual se abrazan al estilo hispano y charlan distendidamente en español: Méjico, El Salvador, Ecuador…
La primera visitante del Papa, Cristina Fernández de Kirchner, recibió un beso paternal y fraterno. Algo nuevo aparece en el escenario mundial: Un Papa argentino (más exacto, italo-argentino) y un Continente que ha sufrido y sufre mucho, con una potencialidad en la tierra y en los hombres asombrosa, que pugna desde hace dos siglos por encontrarse a sí mismo y por encontrar al resto del mundo. ¿Cómo no recordar aquella frase de Juan Pablo II, ante Fidel Castro, en su viaje pastoral a la perla del Caribe: «que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba?».
Dentro de unos días el Papa llegará a Río de Janeiro para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud, una convocatoria periódica que suscita una gran expectación entre jóvenes de todo el planeta. Basta recordar la inolvidable JMJ Madrid 2011. Es el primero de los viajes trasatlánticos del Papa y esta vez a un país latinoamericano.
Sabemos que Francisco está regalando a sus ilustres visitantes americanos un ejemplar del Documento conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe o Conferencia de Aparecida, un verdadero acontecimiento de gracia, poco conocido aquende los mares, pero acontecimiento clave para la Nueva Evangelización en Latinoamérica. Aquella Conferencia fue inaugurada por el Papa Benedicto XVI, en Aparecida (Brasil), el día 13 de mayo y finalizó el 31 de mayo de 2007. En aquella ocasión, las intervenciones del entonces Cardenal Bergoglio, de Buenos Aires, fueron muy importantes. Allí, bajo la mirada materna de Nuestra Señora Aparecida (el santuario mariano más visitado del Continente), se analizó la situación de toda América, bajo todos los aspectos, y se trazaron unas líneas de actuación de la Iglesia Católica para los próximos años.
Los líderes latinoamericanos tienen claro que la Iglesia no pretende un poder político. No es su misión. Pero saben que el alma de sus pueblos es profundamente cristiana y que sólo es posible un desarrollo humano, armónico, si se da una colaboración desinteresada y leal entre los poderes de este mundo y la Iglesia Católica. En este sentido, el Papa, junto el gesto de entregarles el Documento de Aparecida les ha pedido que mantengan un confiado contacto con las Conferencias episcopales de cada nación.
Jorge Salinas
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