Veo a la Iglesia como un hospital de campaña
tras una batalla. Hay que curar heridas. Hay que comenzar por lo más elemental. El Papa
Francisco ha resumido en pocas palabras y con una imagen muy gráfica la
situación actual de millones de católicos. Todo parecía tranquilo y en
orden pero han bastado unos meses de
“agitar el cocotero” para quede al descubierto mucha falta de formación
religiosa. El eco que las palabras y gestos del Obispo de Roma tiene en los
medios produce un efecto semejante al de un movimiento sísmico. Realmente el
Papa es un poco “agitador” en el mejor sentido de la palabra; es decir, que no pasa inadvertido, que desestabiliza
un falso equilibrio hecho a base de fideísmo, indiferencia, secularismo. Por
ese camino aparentemente tranquilo acabaríamos en la apostasía silenciosa, aunque muchas
formas y estructuras externas se mantengan en pie malamente. Pienso que es
buena la sacudida a las conciencias dormidas, el meneo con el que los profetas
recordaban al Pueblo de Dios su Alianza con Dios.
Hay que comenzar por lo más elemental. Si algo queda en evidencia después de meses
de marejadilla mediática en torno al Papa Francisco es la gran ignorancia
religiosa que cubre la faz de la tierra. Si algo queda patente la ir el
murmullo de perplejidades, de sorpresas, de inquietudes o de protestas de
muchos fieles, si algo queda en claro, es la necesidad de dedicar más tiempo a
la propia formación cristiana para entender y para seguir al Papa Francisco. Y,
por supuesto, ese tiempo hay que sacarlo a base de recortar el tiempo que nos
roba la TV, Internet, el móvil, la prensa escrita (salvo honrosas excepciones
de medios que contribuyen a la formación cristiana del usuario).
J. S.
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