Se habla de la llamada
Teología de la Liberación y el Papa Francisco, como si se estuviera produciendo
un revival en un planteamiento
teológico determinado que parecía legitimar en América Latina la lucha armada,
la guerrilla popular y el uso del análisis marxista como instrumento para
conocer la realidad.
La verdad es que el Papa
es profundamente evangélico y se mueve en un nivel muy distinto al de cualquier
doctrina conectada con el marxismo histórico o a cualquiera de las apologéticas liberales, igualmente
materialistas y ateas, del bien llamado “capitalismo salvaje”. Ambos modos de pensar
con antagónicos, dialécticos, violentos, pero se mueven en un mismo plano. El
Papa está en otro nivel, más humano y más sobrenatural.
Cristo nos está saliendo
al encuentro de un modo cada vez más claro en la cara más dramática y negativa
de la globalización. Su reciente viaje a las costas de Lampedusa ha sido como
un revolcón a la conciencia moral de todo el mundo occidental: “¿Dónde está tu hermano?”, la voz de su
sangre grita hasta mí, dice Dios. Ésta no es una pregunta dirigida a otros, es
una pregunta dirigida a mí, a ti, a cada uno de nosotros. Esos hermanos y
hermanas nuestras intentaban salir de situaciones difíciles para encontrar un
poco de serenidad y de paz; buscaban un puesto mejor para ellos y para sus
familias, pero han encontrado la muerte. ¡Cuántas veces quienes buscan estas
cosas no encuentran comprensión, no encuentran acogida, no encuentran
solidaridad! ¡Y sus voces llegan hasta Dios! Y una vez más les doy las gracias
a ustedes, habitantes de Lampedusa, por su solidaridad. He escuchado,
recientemente, a uno de estos hermanos. Antes de llegar aquí han pasado por las
manos de los traficantes, aquellos que se aprovechan de la pobreza de los
otros, esas personas para las que la pobreza de los otros es una fuente de
lucro. ¡Cuánto han sufrido! Y algunos no han conseguido llegar.
¿Qué duda cabe que Jesús
está de parte de lo más débil del mundo? No podemos negarlo sin negar el
Evangelio. Dejemos de nuevo la palabra al Papa Francisco: Jesús
nos dice que la manera de encontrarle es encontrando sus llagas, y las llagas
de Jesús las encuentras con las obras de misericordia, dando al cuerpo y al
alma, sobre todo al cuerpo – subrayó el Papa – de tu hermano llagado, porque
tiene hambre, porque tiene sed, porque está desnudo, porque está humillado,
porque es un esclavo, porque está en la cárcel, porque está en el hospital.
Esas son las llagas de Jesús hoy. Y Jesús nos invita a dar un
acto de fe, en Él, pero a través de estas llagas.
¡Vale, muy bien! ¡Hagamos una
fundación para ayudar a todo el mundo y hacer tantas cosas buenas! Eso es
importante, pero si nos quedamos en este nivel seremos sólo
filantrópicos."
Es verdad que el Papa emplea a veces , con sus gestos y palabras, el
lenguaje fustigante de los profetas (¡y del mismo Jesús!) y, con ello, está
invitando a todos a una profunda conversión, pero jamás incita al odio, a la
venganza. El odio en todas sus formas es
diabólico, como lo es la mentira. Ambas cosas las dijo el Maestro. Por ello el
recurso al odio permanente y a la violencia sistemática es perverso, aunque se
trate de momento sólo de palabras (el insulto) o de gestos (el puño amenazante).
Con dolor por todas las guerras dijo el Papa en Santa Marta: “Nosotros
hoy hemos venido a rezar por nuestros muertos, por nuestros heridos, ¡por las
víctimas de la locura que es la guerra! Es el suicidio de la humanidad, porque
mata el corazón, mata precisamente donde está el mensaje del Señor: ¡mata el
amor! Porque la guerra viene del odio, de la envidia, del deseo de poder, y
también - lo vemos tantas veces – de ese afán por más poder”.
Sólo
el perdón, sólo el Amor, tienen capacidad de alumbrar algo nuevo en este mundo.
J.S.
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