Hace unos meses, el Papa Francisco citó un clásico de nuestras letras: En
la literatura española hay una comedia de Lope de Vega que narra cómo los
habitantes de la ciudad de Fuente Ovejuna matan al Gobernador porque es un
tirano, y lo hacen de tal manera que no se sepa quién ha realizado la
ejecución. Y cuando el juez del rey pregunta: “¿Quién ha matado al
Gobernador?”, todos responden: “Fuente
Ovejuna, Señor”. ¡Todos y ninguno! . Y quizá para encontrar en los clásicos italianos una
situación semejante añadió el Santo Padre:
Vuelve la figura del
“Innominado” de Manzoni.
En el
contexto de aquella impresionante Homilía en Lampedusa, el Papa
dio una interpretación particular a la unísona respuesta del pueblo ¡Fuenteovejuna, Señor, todos a una!, como
si se tratara de un acto de cobardía colectiva, un modo mezquino de eludir la
responsabilidad personal, escondiéndose en el anonimato de la multitud. En la
intención del dramaturgo español, al contrario, aquel todos a una es presentado como un acto de valentía, un modo en el
que todos asumen la responsabilidad de un acto punible con la pena capital. En
el registro de nuestra literatura se cuenta este gesto como algo heroico.
De todas maneras lo que
cuenta a efectos de este comentario es la intención didáctica del Papa. Y abre
muchas posibilidades para la catequesis. En efecto, hay ocasiones en que el uso
del “nosotros” es un modo de esconder el “yo” responsable. La piedra lanzada
por una mano escondida, el insulto que un cobarde profiere amparado en una multitud,
etc. Pero también hay un uso del “nosotros” que no oculta el “yo” sino que lo
manifiesta con una especial profundidad. Todo el lenguaje de la liturgia,
especialmente en la Santa Misa, expresa un “nosotros” dentro del cual el “yo”
es fuerte. Y también un uso de “yo” recitado al unísono, en coro, como si se
tratase de un “nosotros” Hermanos, reconozcamos nuestros pecados, Yo confieso ante Dios Poderoso; por mi culpa; Creo;
Padre Nuestro; Señor
no soy digno de que entres en mi casa. Y la plegaria eucarística siempre es
recitada en plural (Te ofrecemos),
aunque la diga solamente un sacerdote.
Benedicto XVI decía que en la oración litúrgica, sobre todo en la
Eucaristía, y, formados por la liturgia,
en toda oración, no hablamos sólo como personas individuales, sino que entramos
en el 'nosotros' de la Iglesia que ora. Debemos transformar nuestro 'yo'
entrando en este 'nosotros'.
La liturgia, sobre todo la
Eucaristía, nos introduce en esa asombrosa comunión con los Ángeles y los
Santos con los cuales cantamos o rezamos con
una sola voz el Santo, Santo, Santo. La Misa nos lleva a entrar en comunión
con la Virgen Santísima, con San José. Aunque estuviéramos muy pocas personas
en la iglesia a través de la celebración eucarística entramos en comunión con la Trinidad, junto con una multitud santa, invisible,
pero real y presente.
La liturgia es como la
puerta a una realidad que es permanente: nuestro
ser en la Iglesia, nuestra pertenencia a la Iglesia, que no
es una asociación benéfica, cultural o política, sino que es un cuerpo vivo,
que camina y actúa en la historia. Y este cuerpo tiene una cabeza, Jesús, que
lo guía, lo alimenta y lo sostiene, en palabras del Papa Francisco.
El "nosotros" de la Iglesia es un reflejo del "nosotros" con que Jesús se dirige al Padre: Que todos sean uno como nosotros somos uno.
El "nosotros" de la Iglesia es un reflejo del "nosotros" con que Jesús se dirige al Padre: Que todos sean uno como nosotros somos uno.
J. S.
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