martes, 27 de agosto de 2013

COMENTARIO La centralidad de Jesús en la predicación del Papa Francisco

En un tuit reciente dijo el Papa: Jesús es la puerta que conduce a la salvación. Es una puerta abierta para todos.

El mismo Jesús empleó la imagen de “la puerta” al referirse a sí mismo: Yo soy la puerta; si alguno entra por mí, será salvo; y entrará y saldrá y hallará pasto (Jn  10, 9). Y como es habitual en los escritos de Juan, esta afirmación está blindada con otra frase que excluye cualquier otra alternativa para llegar a Dios que no sea Jesús: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí (Jn 14, 6).

Es un gran misterio, pero aquellos que, al margen de todo recinto eclesiástico cristiano, se salven se salvarán por Jesucristo, único Mediador entre Dios y los hombres, como afirma Pablo.

A veces, por falta de fe, podemos confundir la buena disposición para el diálogo con las religiones con un planteamiento humano de que Cristo es una “opción” entre otras; eso sí, una buena opción. La realidad es que se trata de la única opción, no por una decisión del Vaticano, sino por un designio del mismo Dios.

Deberíamos leer más despacio este párrafo de la Encíclica “Lumen Fidei” del Papa Francisco: En el centro de la fe bíblica está el amor de Dios, su solicitud concreta por cada persona, su designio de salvación que abraza a la humanidad entera y a toda la creación, y que alcanza su cúspide en la encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo. Cuando se oscurece esta realidad, falta el criterio para distinguir lo que hace preciosa y única la vida del hombre. Éste pierde su puesto en el universo, se pierde en la naturaleza, renunciando a su responsabilidad moral, o bien pretende ser árbitro absoluto, atribuyéndose un poder de manipulación sin límites (n. 51).

Si no aceptamos a Jesús como nuestro Salvador se oscurece mucho el horizonte humano porque no queda claro que:
- cada vida humana sea única y preciosa
- que seamos algo más que una pieza del Parque Jurásico, o de Atapuerca
-que tengamos que responder de nuestros actos
-que no haya límite en la manipulación del hombre por el hombre

¡Gracias, Jesús, porque nos has salvado, haciéndote hombre, para morir y resucitar por nosotros!

J. S.



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