En un tuit reciente dijo el Papa: Jesús
es la puerta que conduce a la salvación. Es una puerta abierta para todos.
El mismo Jesús empleó la
imagen de “la puerta” al referirse a sí mismo: Yo soy la puerta; si alguno entra por mí, será salvo; y entrará y
saldrá y hallará pasto (Jn 10, 9). Y
como es habitual en los escritos de Juan, esta afirmación está blindada con
otra frase que excluye cualquier otra alternativa para llegar a Dios que no sea
Jesús: Yo soy el camino, y la verdad, y la
vida; nadie viene al Padre sino por mí (Jn 14, 6).
Es un gran misterio, pero aquellos que,
al margen de todo recinto eclesiástico cristiano, se salven se salvarán por Jesucristo,
único Mediador entre Dios y los hombres,
como afirma Pablo.
A veces, por falta de fe, podemos
confundir la buena disposición para el diálogo con las religiones con un
planteamiento humano de que Cristo es una “opción” entre otras; eso sí, una
buena opción. La realidad es que se trata de la única opción, no por una
decisión del Vaticano, sino por un designio del mismo Dios.
Deberíamos leer más despacio este
párrafo de la Encíclica “Lumen Fidei” del Papa Francisco: En el centro de la fe bíblica está el amor de Dios, su solicitud
concreta por cada persona, su designio de salvación que abraza a la humanidad
entera y a toda la creación, y que alcanza su cúspide en la encarnación, muerte
y resurrección de Jesucristo. Cuando se oscurece esta realidad, falta el
criterio para distinguir lo que hace preciosa y única la vida del hombre. Éste
pierde su puesto en el universo, se pierde en la naturaleza, renunciando a su
responsabilidad moral, o bien pretende ser árbitro absoluto, atribuyéndose un
poder de manipulación sin límites (n. 51).
Si no aceptamos a Jesús como
nuestro Salvador se oscurece mucho el horizonte humano porque no queda claro
que:
- cada vida humana sea única y
preciosa
- que seamos algo más que una pieza
del Parque Jurásico, o de Atapuerca
-que tengamos que responder de
nuestros actos
-que no haya límite en la manipulación
del hombre por el hombre
¡Gracias, Jesús, porque nos has
salvado, haciéndote hombre, para morir y resucitar por nosotros!
J. S.
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