El Concilio Vaticano II, al final de la Constitución sobre la Iglesia, nos ha dejado una bellísima meditación sobre María Santísima. Recuerdo solamente las palabras que se refieren al misterio que hoy celebramos. La primera es ésta: «La Virgen Inmaculada, preservada libre de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo y elevada al trono por el Señor como Reina del universo» (n. 59).
Sacerdote desde 1962, pertenezco a la Prelatura del Opus Dei. Doctor Ingeniero Industrial, hice la carrera en la Escuela de Barcelona. Doctor en Teología por la Universidad Lateranense de Roma. En pleno proceso de cambios profundos en todo el mundo, pienso que la Iglesia católica, a pesar de las debilidades humanas, será una pieza clave del futuro, y su mensaje tiene plena vigencia.
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