lunes, 5 de agosto de 2013

COMENTARIO Las “sorpresas de Dios” en el vocabulario del Papa Francisco

Uno de los lugares más frecuentes en la predicación del Papa Francisco es “el Dios que sorprende”, es decir, el Dios que interviene en la historia humana cuando no se espera y en la forma que menos se espera. Naturalmente, la sorpresa es para los hombres, no para Dios.

Los cálculos humanos, las expectativas, las previsiones, el futuro imaginado, resultan siempre superados por una lógica divina, infinitamente más sabia, más amorosa y más poderosa que nuestra pobre capacidad de entender y de actuar. Si no aprendemos y nos hacemos más humildes podemos llegar a sentir que Dios se burla de nosotros, que nos toma a broma, que se divierte con nuestros amagos de grandeza. En realidad nos ama con ternura y quiere nuestra salvación completa. El efecto “sorpresa” nos cura de nuestra petulancia y nos dispone para la gracia.

En el Santuario de Aparecida, en Brasil, el Papa explicaba así una de esas pequeñas “sorpresas de Dios”. "Tres pescadores, después de un día sin conseguir coger peces, en las aguas del Río Paraíba, encuentran algo inesperado: una imagen de Nuestra Señora de la Concepción. ¿Quién podría imaginar que el lugar de una pesca infructífera, se tornaría el lugar donde todos los brasileños pueden sentirse hijos de una misma Madre? Dios siempre sorprende, como el vino nuevo, en el Evangelio que oímos. Dios siempre nos reserva lo mejor. Pero pide que nos dejemos sorprender por su amor, que acojamos sus sorpresas. ¡Confiemos en Dios!", dijo el Papa. Es en la cercanía con Dios que "aquello que es dificultad, aquello que es pecado, se transforma en vino nuevo de amistad con Él".

En la Misa dedicada a los nuevos movimientos y realidades eclesiales el Obispo de Roma, hacía esta pregunta como punto de examen general para todo el pueblo cristiano: ¿Estamos abiertos a las “sorpresas de Dios”? ¿O nos encerramos, con miedo, a la novedad del Espíritu Santo? ¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que la novedad de Dios nos presenta o nos atrincheramos en estructuras caducas, que han perdido la capacidad de respuesta? Nos hará bien hacernos estas preguntas durante toda la jornada.

Cada nuevo Santo es una sorpresa de Dios. Y en caso de los grandes Fundadores  las sorpresas han sido mayúsculas. Podemos, con todo, estar seguros de que la gran sorpresa de Dios  está al final de la historia. Sabemos que consistirá en el Retorno glorioso de Cristo, en la resurrección de los muertos, en el juicio final y en la consumación de su Reino, que no tendrá fin. Pero también sabemos que el cómo  y el cuando  será una sorpresa general.

En cuando al día y a la hora, nadie lo conoce, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino solo el Padre  (Mt 24, 36).

J.S.





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