La Madre María Assunta destaca su gran alegría junto con la de toda la comunidad Clarisa y la exhortación del Santo Padre:
«Es difícil expresar los sentimientos vividos en este breve e intenso encuentro. Lo que nos dejó el Santo Padre es la exhortación a vivir plenamente nuestra vocación, en fidelidad a nuestro carisma. En la sencillez, en lo esencial, en la pobreza, que nos hace sentir hermanas. Una búsqueda intensa para vivir una relación fundada en el amor del Señor. Como expresa el mismo Santo Padre con su persona: una humanidad muy rica, que no se queda en lo accesorio, que es profunda y crea relación. Son palabras que él nos dijo, estando entre nosotras con aquella sencillez que revela su gran profundidad. ¡Es difícil expresar lo bello e intenso de este encuentro! ¡Una alegría y una energía que nos recuerda una responsabilidad auténtica, verdadera, nuestra respuesta al Señor, por la Iglesia y por el Santo Padre!».
Sor María Concetta cuenta una cosa simpática que les dijo el Papa Francisco sonriendo, sonrisa que se contagió entre las Clarisas, hablando de la Madre de Dios, que abre la puerta del Cielo para que entre toda la humanidad:
«Vimos al Papa muy sereno y tranquilo, como si no tuviera compromisos y cosas que hacer. Nos habló – de una forma entrañable que nos impactó mucho – de María, en esta Solemnidad de la Asunción. La mujer consagrada es un poco como María. Nos contó algo simpático, lindo, sonriendo y haciendo sonreír a todos: María está en el Paraíso detrás de la puerta; San Pedro no siempre abre la puerta cuando llegan los pecadores y entonces María sufre un poco, pero se queda allí. Y de noche, cuando se cierran las puertas del paraíso, cuando nadie ve, ni oye, María abre la puerta del Paraíso y hace que entren todos. En estas palabras vimos nuestra misión. Nuestra vocación a la vida contemplativa, de clausura, que hoy no se comprende ¡pero no importa! ¿Qué es lo esencial? ¿Cuál es el objetivo de esta vida y vocación? Creo que es lo que el Papa nos dijo en pocas palabras. En el silencio, en la oscuridad, de noche, cuando nadie ve, nadie sabe, nadie oye... ¡cuánta gente pasa delante de los monasterios de vida contemplativa y no sabe quién está dentro y qué hace! En este silencio, en esta noche, se desarrolla nuestra misión: abrir las puertas del Paraíso para que entre toda la humanidad, todos los hombres, hermanos y hermanos, que quizá ni conocen ni han recibido el don de la fe. Como María, abrir aquella puerta; dar confianza y esperanza. Nadie sabe... pero no nos importa ¡Lo sabe Dios, lo sabe María!».
(CdM - RV)
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